Apuntes para la próxima


La esperábamos, vino con atraso, llego y finalmente, como todo, pasó.
Como resultado, me dejo agotada y con una constelación de sensaciones.
La feria del Libro de Santiago del Estero, tuvo de todo, hasta carencias.
Escritores venidos de los cuatro puntos cardinales coparon el Parque Oeste, pululando en medio del calor santiagueño y entrando en alguna que otra actividad, para terminar charlando con los asistentes.
Aburrimiento, hastío, desconocimiento, nostalgia por el cemento porteño fueron las sensaciones que pudieron dilucidarse.
Y si, en Santiago hace calor, pero no es cierto que todo el mundo duerme la siesta, sino no hubiésemos podido encontrarnos durante dos jornadas en la Clínica de Poesía que dio Osvaldo Bossi.
Ahí estuvieron señoras escritoras que asisten regularmente a diferentes talleres literarios y llegan con preguntas “¿Esto está bien? ¿Esto es así?”, señoritas que están haciendo sus primeras armas en la escritura y leen a Pablo Neruda y Alfonsina Storni; y finalmente, en menor medida otros jóvenes que conocían al tallerista por diferentes medios y querían aprovechar, aunque más no sea un poco, de lo que su experiencia podía ofrecer.
Las ausencias no dejan de sorprender y me ponen a la defensiva para la próxima vez que escuche “En Santiago no hay espacios, es siempre lo mismo. La poesía está anquilosada”.
Por otro lado, despierta una cierto reconocimiento para quienes, con más de 50 años y con muchas menos lecturas que otros, se predisponen al aprendizaje.
También vino Alberto Laiseca, una leyenda para los lectores contemporáneos.
Su presentación tuvo una amplia convocatoria y aunque el viejo perdió sus machetes y olvido la mitad de lo que tenía para decir, nos deleito con la primera forma de lectura que se conoce a lo largo de la historia: la lectura oral.
¿Falto ambientar mejor el espacio con una iluminación acorde a los cuentos? ¿Hubiéramos querido que no se filtre tanto el sonido ambiente?
Pues bien, que se tengan en cuenta esos puntos para mejorar la próxima edición.
¿Que mas? Hubo mesas de poesía. Poetas de varios puntos cardinales se juntaron en una salita del Centro Cultural a leer su producción. Algunos más histriónicos que otros, algunos más pop que otros, algunos más conocidos que otros y algunos, con más suerte que otros.
El “publico”[1] consumidor de poesía en Santiago parece no estar muy al tanto de las reglas de cordialidad y buen gusto. Entrar y salir de la sala, con una puerta que chirriaba cada vez que se la tocaba, tropezar, saludar amigos y conocidos, reírse entre dientes y recibir mensajes de textos con los ringtones más estrambóticos fueron algunas de las constantes. Alguien dijo: “Hay que tener al público cautivo” y a lo que se respondió: “Si, cerremos la puerta y que no salga nadie mas”. Lo cierto es que no me parece tan mala idea. ¿A qué clase de experiencia estética se puede acceder cuando en medio del poema estoy pensando en que acaba de llegar un amigo? Como no se puede educar al “público” con respecto al silencio, la permanencia, y el cumplimiento de horarios, al menos para la próxima, tomo nota de lubricar los goznes de las puertas, así, aunque sea, tengo un sonido ambiente menos.
Llego el domingo, la feria ya se terminaba. El viento y la tierra nos castigaron, pero ya estábamos relajados. Entonces, llego el momento de máxima tensión: Tres actividades se juntaron en el mismo espacio.
La comodidad y la intransigencia estuvieron a la orden del día.
Y es que hay que decirlo: nadie quiso dar el brazo a torcer y se genero un ambiente poco favorable tanto para la reflexión, como para la percepción artística. ¿La solución para el próximo año? Ubicarse (?), dejar las pasiones en casa, ordenar las ideas (?), hacerse cargo de lo que no nos corresponde… Complicado, porque en cuestiones tan finas, no existe una verdad absoluta, pero sin embargo, la reflexión se hace necesaria, así como el cambio de actitud.
Por otro lado, en las carpas, busque al Suri Porfiado y a La Funesiana. No las encontré. ¿Se cancelo su venida por temas de agenda?
Finalmente, de resumen, puedo decir que pase tres días (el jueves no fui) corriendo de una actividad a otra.
Mesa de poesía, presentación de libros, películas, lecturas públicas, teatro, talleres de vocación, critica literaria, exposición de obras visuales… si, me canse, había de todo.
¿Mala organización? ¿Horarios desfasados? ¿Y que esperábamos? Es una feria, palabra que etimológicamente viene feriado: Tiempo de fiesta. ¿Acaso alguien conoce una silenciosa, ordenada, limpita y sin conflictos?
Creo, a titulo absolutamente personal, que es mejor esa entropía al silencio, es mejor hacer algo, capaz que a medias, con errores y seguramente muy corregible, a quedarse siempre en el molde criticando y/ o admirando lo mucho o poco que hacen los demás.



[1] Y lo pongo entre comillas porque no estoy muy convencida de que ese sea el termino apropiado para quienes gustan de leer y escuchar poesía y/ o literatura.