Para mis 27 años deseo, me prometo y me propongo convertirme en una chica normal.
Si, si, si... de ahora en adelante, adios a las zapatillas, chinelas y chatitas. A partir de hoy, riguroso taco, para corregir la postura y la falta de estatura (que no es lo mismo que de "altura") y maquillaje para cubrir los defectos de mi cara con el reboque de la cosmética. Además, me olvidaré de mi desprecio por la industria cultural y a partir de hoy vere telenovelas, si son mexicanas y brasileñas mejor, y a través de ellas aprenderé como se comporta una mujer, y sabré de las peripecias de la vida. Asimismo, leere el diario: El Liberal, Clarin, La Nación, y por supuesto, el Nuevo Diario (Nada de la Barcelona o Crítica, porque las chicas normales no entienden de esas cosas). Entre mis nuevos gustos literarios se destaca también Paulo Cohelo. El brasileño se convertirá en mi nueva fuente de inspiración y lejos quedarán Cortazar, Octavio Paz, y mucho más Joseph Conrad (Las chicas normales jamás leeran Rayuela 3 veces, ni se creeran que amarnos eras vos con un vela verde). Dejare el gimnasio, definitivamente dejaré el gimnasio, porque la vanidad no es valor que cultiven las chicas normales. Aparte, a esa hora seguramente estaré en mi curso de inglés para adultos (las chicas normales no terminaron el anglo cuando iban a la secundaría, tenían cosas más importantes) o de salsa. Si yo hubiera sido una mujer del siglo XIX, me hubiera dedicado a aprender a coser, o a bordar, pero me toco el siglo XXI, y seguramente deberé hacer un curso de computación también. Al dejar el gimnasio, empezare a engordar, comere chocolate y galletas en exceso, pero una vez por mes llevare adelante la dieta de la luna, para desintoxicarme.Por otro lado, mis gustos musicales también cambiaran. Desde este momento, Luis Miguel y Ricky Martin en convierten en mis artistas favoritos. ¿Quien me va hablar a mi de Jorge Drexler, que en su vida el único tema que hizo sirvió para una publicidad de sopa?, ni qué decir de Los Beatles, que ya se separaron hace 1000 años. Esa música escuchaban, a lo sumo, los padres de las chicas normales.
Los fines de semana serán particularmente especiales para mi. Viernes y sábado tendré mesa fija en Chester y entrada gratis para Cayococo, Fidel o La Sala. A esos lugares, acudiré con mis amigas, todas ellas, por supuesto, señoritas absolutamente normales que gustan del regaton y saben contornearse espasmodicamente al ritmo de Don Omar o Daddy Yankee, quienes también cuentan entre nuestros músicos favoritos. En esos lugares de socialización nocturna cautivare la mirada de algún empleado público provincial con incipiente calvicie que use el celular colgando del cinto del pantalon. Este respetable señor, me invitará a bailar una cumbia y en medio del ritual me preguntara seriamente interesado "¿De qué signo sos?". Luego, siguiendo religiosamente los pasos del cortejo, me llamara por teléfono, me enviará mensajes y me invitará a salir a tomar algo (o todo). Pero como yo soy una chica normal, y ya me instruí sobre los deseos de los hombres a través de las novelas, sabré decir que no, cuando quiera decir sí (Hay que hacerlos desear, me enseño televisa).
Una vez que el muchacho haya insistido lo suficiente y yo esté convencida de sus buenas intenciones, accederé a una salida a Fini o al Carlos V, donde tomaremos café o cerveza.Después iremos al cine a ver alguna pelicula de Hugh Grant o de Stallone (Nada de David Linch o cine japones, que a Santiago tampoco llega). A todo esto, yo ya estoy absolutamente convencida de las buenas intenciones de mi festejante y él se ha ganado el derecho de conocer mi entrepierna en el asiento trasero de su auto (o de sus padres), o en algún hotelucho barato de esos que abundan en la Capital (y tb en La Banda).
Y así, luego de varias novelas y fines de semana en Chester conociendo empleados del IPVU, me olvidaré que un día creí que el amor se manifestaba de las formas más contradictorias, y que en un tiempo me bastaba con tu olor para saber qué era todo lo que quería.
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