Hoy Alicia hizo una entrevista típica de la revista para la que trabaja, es decir, vinculada netamente al sexo.
Sexo y muerte es lo que vende "Cambio", y si vienen combinadas mejor.
En este caso no.
En este caso Alicia entrevistó a un stripper... stripper es el eufemismo...
Para decirlo de una forma cruda, este señor es un comerciante: vende sexo a mujeres.
35 minutos de charla y mentiras (sos re lindo, le dije) en que Alicia pretendía llegar al meollo de por qué las mujeres deciden pagar a un hombre para que les haga mimos (eufemismo 2) sólo sirivieron para que el escultural vendedor de placer me diga, lo que la cultura (y la experiencia personal) me hizo saber hace años: "Todas quieren casarse y tener hijos", incluso él!!!!
Risa desilusionada de Alicia (porque una cosa es que yo pretenda alguna vez pasar por el registro civil y adquirir la mitad de las deudas de algún representante del sexo masculino, del que me guste su información genética y con quien esté dispuesta a crear un nuevo ser humano, y otra es que lo hagan personas que han llegado a ver el sexo y el cuerpo como mercadería).
Actualmente, el adonis santiagueño, quiere tener un hijo, casarse, "formar una familia" (sic).
Entonces... resulta que estas innovadoras mujeres que contratan servicios poco convencionales, y este novedoso prestador tienen como objetivo en la vida, formar parte de la célula madre de la sociedad.
Ellos, que se mueven en la noche, en la oscuridad, y casi en la clandestinidad (ya que muchas de las que contratan son casadas o tienen novio) no pretenden de la vida más de lo que la escuela y el catolicismo nos inculcaron durante siglos.
Ahí es donde el intelectualismo se me desarma y recuerdo las tan odiadas escenas de películas holiwoodenses de finales felices, vestidos blancos y bandas sonoras a lo Usher y me pregunto ¿Donde está la capacidad de desilusión del hombre?
Luego de haber visto tanto cinismo, tanta familia disfuncional, tanta mentira, ¿Por qué seguimos buscando eso?.
Mi respuesta (provisoria por cierto), es que en el fondo, los hombres (y las mujeres entre las que me incluyo), seguimos creyendo que seremos lo sificientemente fuertes como para vencer un montón de vicios inherentes tanto a nuestra naturaleza como a la misma sociedad en la que vivimos, y podremos, al fin de cuentas decir "y fueron felices para siempre comiendo perdices".