Frases hechas... con amor

Si es para tu bien yo te apoyo, al mal tiempo buena cara, el tiempo cura todas las heridas, hay que mirar para delante, siempre que llovió, paró; no llores, de los errores también se aprende, a esas cosas hay que verle el lado positivo, no se merece tus lagrimas, ni los colores sabe!, todos nos equivocamos algunas vez, ahora ya sabes qué errores no tienes que volver a cometer, vos sos una chica linda, buena, inteligente, siempre hay que tratar de estar mejor, todo va a salir bien, no hay que desesperarse, contra eso no se puede hacer nada, si no se dá es porque no es para vos, algo bueno te está esperando, siempre hay que tener tiempo para los amigos, mira que hermoso cielo”.
Y un largo etcétera de frases hechas, comentarios, consuelos, refranes, máximas de cadenas de e-mails que apuntan a hacernos sentir bien. Nuestros amigos, conocidos, familiares, en definitiva, la gente que nos quiere (y porque nos quiere), trata de consolarnos apelando a la más variada colección de recetas de psicología casera. Sin embargo, cuando el dolor arriba, llena, atraviesa, resulta casi imposible pensar en que se puede aprender algo de la situación, o que en algún momento va a dejar de doler. Pero asimismo, cuando conversamos con otro que también sufre, nos sorprendemos dando los mismos consejos inútiles. Y ello es porque, de última, cuando estamos tristes, la esperanza en un futuro mejor resulta apenas un insuficiente intento de consuelo.
Pero me pregunto ¿Acaso queremos un consuelo? Yo no. Lo que quiero es que no me vuelvan a suceder las inevitables desgracias que diariamente asolan la cotidianeidad (quiero creer) de cualquier persona.
Entonces, ¿qué hacer? Porque a pesar del dolor, el sufrimiento, la negatividad y el pesimismo que podemos sentir en algún momento en particular, durante todo un día, una semana, o más talvez, siempre llega un día en el que habrá que hacer frente, cual mitológicos caballeros anglos que se enfrentan a dragones en continua regeneración, (¿Cuál será el femenino de “caballero”?) a la vida que sigue transcurriendo.
Entonces, probablemente este saber que el dolor no se terminará sino que irá mutando, y que nuestras victorias jamás lograrán ser definitivas sino que exigirán una constante revalidación, nos obliga internamente dar lugar a la esperanza optimista.
Y para el caso estas son las palabras claves: Esperanza y Optimismo.

Esperanza que nos remite a la ilusión de saber, de creer, de esperar “algo” para el futuro (o para el presente, en el caso de quienes somos más inmediatistas) y un optimismo que nos asegura que ese “algo” será indefectiblemente positivo, bueno, mejor, sea lo que sea que eso implique para cada individuo.

Y a su vez, ambas cosas (disposiciones mentales, me gustaría llamarlas) conllevan el deseo de cambio.

CAMBIO, TRANSFORMACIÓN, MUTACIÓN, que lo que es/era deje de serlo y dé lugar a “algo” nuevo (que supuestamente, y en manos de nuestra esperanza optimista, deberá ser mejor): una novedad que supere lo que conocemos, lo que sabemos, lo que somos.

En este punto es donde me pregunto por el pasado. Cuando uno se decide por el cambio ¿Qué hace con el pasado?

Hasta Charly dice “Siempre puedes olvidar” pero no se si es eso lo que realmente quiero. Me parece que no. No quiero olvidar, sólo quiero que no vuelva suceder; y es ahí donde no me queda otra opción que creer en que realizando las modificaciones necesarias lo feo –al menos por un tiempo- no va a suceder nuevamente.

Y sin embargo, este esfuerzo extra, tampoco lo garantiza, pero al menos me quedará (internamente) la seguridad de haber hecho lo que consideraba, pensaba, entendía, era lo mejor.

Eso… como vi en una peli hace poco “a veces me ayuda”.
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Referencias:
García, Charly: “Siempre puedes olvidar” en Filosofía barata y zapatos de goma. Argentina, 1990.
“P.S. I love you”, dirigida por Richard LaGravenese, protagonizada por Hilay Swank, Gerard Butler, Lisa Kudrow, Harry Konick Jr. USA, 2007.

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